domingo, 25 de enero de 2009

Comunicado de la Asociación CUBERA

El día 30 de julio de 1994, en una tarde calurosa llegaban los padres Massimo y Jorge para reabrir esta su casa. Venían obedeciendo disposiciones de la Secretaría de Estado Vaticana.

Seis personas les recibieron en la plaza; CUBERA tuvo el honor de estar en esa media docena de quienes veíamos aquella llegada con ilusión de futuro y conscientes de que se iniciaba la restauración del monasterio cerrado en 1835. Ciento sesenta años, casi.

Hoy, cuando los mismos monjes de Císter deben abandonar Santa María de Valdediós, no somos seis sino varios cientos los que hemos venido a despedirles, y representamos a muchos miles de asturianos que lamentan este cierre.

No es este el momento de analizar lo que desde hace más de un año tanto se viene aireando en los medios de comunicación y un día habremos de analizar teniendo en mano los documentos de este lapso de tiempo.

Pero sí es el momento adecuado de reiterar lo que hemos dicho en otras ocasiones en que vinimos a apoyar a esta comunidad.

Varias cosas: la primera, que a estos hijos de san Bernardo les expresamos el reconocimiento más merecido por su laboriosidad, por la ejemplaridad de su vida monacal, por el servicio religioso impecable, por la acogida de toda manifestación cultural para lo que han sabido crear un ambiente de apertura y un espacio de libre expresión del pensamiento.

Respetamos, por supuesto, la autoridad eclesiástica que les ordena hoy irse como un día les ordenó venir. Pero ese respeto es compatible con la mayor lealtad que nos empuja a decir que no estamos de acuerdo con la decisión; que rechazamos los modos y estilos que se han tenido con estos monjes; que como pueblo contribuyente y como asamblea de creyentes aquí reunidos, demandamos explicaciones veraces y creíbles de esta medida. Y que exigimos que esta nueva salida de los cistercienses no tenga las infelices secuelas que tuvo la exclaustración ordenada por el Estado en 1835. Que no veamos esto cerrado de nuevo, con pérdida para Asturias.

El que en vez de los seis de llegada en 1994 seamos los muchos de despedida, es explicación y constancia de una alta valoración de una presencia discreta y esforzada entre nosotros de estos monjes cistercienses.

Y, desde luego, de nuestro reconocimiento.

CUBERA

25 de enero de 2009